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Kompromiso Nacional

I love the periodismo independiente
Por Carlos Barragán

cultura@miradasalsur.com



Che, ponemos a Fontevecchia y a Lanata o pasamos un cacho del discurso de Cristina y lo analizamos? Me imagino esta pregunta en la producción del programa de Tenembaum en TN un rato antes de la salida al aire. Una pena, decidieron pasar las entrevistas a los dos periodistas –independientes, claro– que brindaron sus análisis hechos antes de escuchar el discurso. Básicamente comunicaron su desagrado con una virtual medida antidemocrática, autoritaria y dictatorial. Y los pusieron en el aire sin importarles que a esa hora ya todos conocíamos que la Presidenta había dejado la cuestión en manos de la Justicia y el Poder Legislativo.



¿Qué nos informaron Tenembaum y Zloto esa noche?



Todavía me lo estoy preguntando.



Entendería que hubieran hecho la crítica más dura sobre la acción del Gobierno. Pero eso les pareció poco y prefirieron mostrarnos sus peores sospechas. Es que el periodismo independiente es tan efectivo que puede prescindir de los hechos, a él le es suficiente con decir qué piensa sobre “eso-que-cree-que-el-otro-puede-llegar-a-hacer”. En el convencimiento de que también conoce ¡las intenciones ocultas que lo llevarán a hacer “eso-que-cree-que-el-otro-puede-llegar-a-hacer”!



Nelson Castro, dos días después, por el mismo TN demostró que no hacía falta el bochorno ni bordear la psicosis. Simplemente habló por teléfono con Papaleo. Nelson está hecho en la gran industria periodística y debe saber que él mismo es la primera noticia que debe cuidar.



Lo obvio es propaganda. El caso Papel Prensa es complejo y no alcanzo a retener todos los detalles. Lo que sí logré retener es que tres diarios se juntaron con Videla para comprar una empresa que fabricaba papel de diario. Una empresa que al parecer era del banquero de Montoneros. (Yo era chico pero me acuerdo porque fue tal la imagen que construyeron de Graiver, que ese barbudo fue uno de los monstruos de mi infancia.)



Entonces, le pregunto al periodismo independiente: ¿por qué descarta que un grupito de empresarios, puestos a hacer negocios con Videla y Cía., para comprar una empresa de Montos ladrones enemigos de la patria, muy probablemente hayan planteado la cosa como “saquémosles la empresa a estos terroristas y que se vayan a la puta que los parió”? ¿No sospecha que sería muy raro ver a Videla hacer un negocio con judíos apátridas, y que los judíos apátridas quedaran satisfechos con el pago y el trato recibidos? ¿No sospecha ni por un momento que si los militares podían torturar sólo para divertirse –sobran los testimonios– cuánto menos les habría costado torturar para hacer un negocio fabuloso?



Lo importante no calienta. El periodismo independiente se pregunta por qué el Gobierno hace “ahora” lo de Papel Prensa. ¿Por qué no lo hicieron antes? Y también se pregunta, ¿por qué en la confección del documento no pusieron a personas más refinadas, más académicas y más honorables que Moreno (quien perdió el honor la primera vez que insultó a un empresario para que no aumentara sus márgenes de ganancias)?



Se me ocurre algo: ¿por qué en lugar de preguntarse por Moreno, se pregunta si la Sra. de Noble, Magnetto, Mitre no deberían haber hecho el negocio con gente de mayor integridad que los genocidas? ¿Por qué en vez de poner sus sospechas en el momento en que se hace la denuncia –ahora– no se pregunta por el momento en que se decidió la compra de Papel Prensa? ¿Qué tal si se pregunta por qué empresarios de bien habrían querido hacer un negocio limpio juntando a sus amigos dictadores en el poder con sus enemigos perseguidos? ¿Por qué le sigue pareciendo más grave un funcionario gritón y quilombero que genocidas golpistas y sus socios civiles?



Los débiles me copan, boludo. En el caso Papel Prensa, el periodismo independiente se muestra indignado con el Gobierno porque asegura que ésta no es la manera de “honrar la memoria”. Pone en duda el origen evidentemente impuro de Papel Prensa y mezcla el tema de la memoria histórica con un caso judicial gravísimo. Nos quieren hacer debatir de qué manera debemos recordar, en lugar de debatir si queremos justicia o no queremos.



Ejemplo Lanata, que no acordando con el estilo oficial de recordar, dice que se pone del lado de los débiles: Magnetto, Mitre, Biolcati, los débiles que anda defendiendo en los últimos tiempos. Lanata, junto al débil Mata (que dejó en la calle a sus poderosos empleados que confiaron en su proyecto Crítica) y con el débil Dr. Cavallo, que ahora defiende a la débil Sra. Noble en un caso de lesa humanidad. Los débiles que deben enfrentarse a Moreno y su bolsa de El Mundo del Juguete. Débil también Lanata, honra la memoria histórica explicando que Montoneros era un grupo de gente que asesinaba a otra gente en oscuros sótanos, como un Clan Manson peroncho. Es así cada vez que Tenembaum lo invoca como un chamán que le autoafirma que lo de Papel Prensa es una patraña más del loco Kirchner. Que está tan loco de poder que el boludo se pelea con el Grupo Clarín, una empresa que a decir del mismo Lanata/Tenembaum ¡no tiene poder! Como la bolsa de nylon de Moreno, el único patotero del mundo que en lugar de apretarte en un callejón oscuro con una sevillana se manda frente a cámaras y monta una escena con gritos y juguetes.



Galileo, el Ultra-K. El periodismo es el arte de hacerse preguntas. Hay un periodismo que se pregunta, ¿qué pasó con Papel Prensa? y le hace un reportaje a Isidoro Graiver, protagonista de los hechos. Pero el periodismo independiente es más vivo y sospecha del Gobierno, entonces se pregunta: ¿por qué lo hacen?, ¿con quién lo hacen?, ¿por qué ahora?, ¿para qué lo hacen?, ¿cómo lo hacen? y se pregunta entre colegas –que se hacen las mismas preguntas– y responden con sus propias conjeturas. Y les pregunta a los políticos que comen en la casa del principal acusado, y ellos le responden con la boca llena.

Es el periodismo independiente. Él cree que más allá del enriquecimiento ilícito y la corrupción estatal hay tortugas gigantes y un abismo donde se le acaba el mundo. Por eso rema en el aire mientras nos describe su interminable y catastrófica travesía.





Lo que te cuesta 678



Cada vez que Ernesto Tenembaum aborda el tema del periodismo no puedo evitar las ganas de contestarle. ¿Por qué? Porque lo que repite en sus columnas –invariablemente– se puede resumir así: el periodismo independiente existe, y está denunciando a este Gobierno corrupto hasta el tuétano, un gobierno tan corrupto que pone dinero para que unos mercenarios se dediquen a estropear a ese buen periodismo. Fin.

Así sucede una vez más en La Casualidad Permanente , donde Ernesto nos brinda un listado de casos de corrupción (ninguno probado en la Justicia, porque ya aprendimos que cuando la corrupción es tan honda, no hay juez capaz de probarla) y cita a los buenos periodistas que denuncian esos casos, refiere a los funcionarios que salen del Gobierno y a su vez lo denuncian, y cierra con una frase que juega al hermetismo: “Mucho más fácil es alinearse o cerrar el pico o hacer, digamos, por poner una cifra casual, unos once millones al año por, apenas ensuciar personas honestas”. Y yo que soy re-astuto me avivé: “cifra casual” es irónico, ¡los de los once millones somos nosotros! Somos los de 678 los que nos alineamos para ensuciar a personas honestas.



La afrenta. En los días calientes del facebook de 678 alguien llevó una foto de Ernesto con un billete de dólar tapándole la boca. Era su propia interpretación a nuestras críticas a los medios. Indigerible semejante afrenta para Ernesto, nos la cobra eternamente a nosotros por decir que el periodismo independiente es una falacia construida por los mismos periodistas que para mantenerse en pie deben surfear las olas de la historia negando estar sobre esas olas.



Esa magia me recuerda a la de la Iglesia. Los periodistas no son seculares, no son atravesados por las pasiones de la época, ni las políticas, ni las sociales ni las económicas. Están entre los hombres, pero no son hombres comunes. Y si Dios no los ilumina, los ilumina la verdad. Aunque como la Verdad ya es un concepto arrumbado, Ernesto prefiere hablar de Honestidad como un mangrullo desde donde el periodista logra ser independiente.



El pelotudo . Cuando fue su día, el Día del Periodista, Ernesto conversó telefónicamente con Lanata, por ser un ejemplo de “los buenos”. Lanata en aquella oportunidad explicó que Víctor Hugo Morales defendía al Gobierno no porque fuera mala persona sino porque es un ingenuo al que lo llaman por teléfono y lo operan. Lo trató tácita y cariñosamente de pelotudo. Y pocos segundos después se despachó con una crítica a la figura de Walsh como ejemplo de periodista. Dijo Lanata que él nunca hubiera pertenecido, como Walsh, a una organización que debutó matando a un tipo en un sótano. Idea que a Ernesto le pareció maravillosa, ambos autosatisfechos por sus lecturas pampeanas, chatas, fáciles: Montoneros fue un grupo que mataba gente en sótanos, y el que defiende a este Gobierno –si no está vilmente comprado– es un pobre pelotudo.



Si en Ernesto la honestidad es el non plus ultra de la independencia periodística, podría haberle preguntado a Lanata por Crítica . Digo, para saber por qué Crítica fue un diario de baja honestidad durante el conflicto con el sector del agro. Preguntarle por qué se dedicó sistemáticamente a colaborar con poco disimulo con la causa sectorial, a engrandecer la figura de sus dirigentes, a ofender la inteligencia con sus titulares, “Guerra gaucha” y otras estupideces por el estilo, cuando cualquiera veía los colmillos de la Sociedad Rural y los pooles sojeros detrás de aquel reclamo/exigencia con un estilo de presión tan poco gaucho . Y quizá preguntarle por qué convocaba a tanto forista fascista, y por qué la Presidenta sólo aparecía como una caricatura, imbecilizada, tratada como una vedette vieja y medio chapa. Como también debería haberle preguntado por qué dejó al improbablemente fiable Sr. Mata al frente de su amado diario. Digo, porque a mí me gustaría saber por qué su diario Crítica fue una mierda y terminó como la mierda.



La cifra. Si el periodismo independiente existe, honesto y bueno en la concepción de Ernesto, sólo existe en tanto atacante a ultranza del Gobierno.



Porque si atacás al Gobierno, si denunciás casos de corrupción (reales, probables, imaginados, deseados, inventados o sospechados) tenés el carnet de independiente. Aunque cobres una “cifra casual” de varias decenas de miles de pesos de la empresa que sea. Pesos que nadie quiere averiguar porque lo paga una empresa, y tiene derecho a ocultar sus cuentas. Aunque esa empresa –para evitar que su dueña vaya presa por crímenes de lesa humanidad– esté ahora protegida por Cavallo, antes socio de Lanata, el modelo de periodista independiente de Ernesto. Aunque esa empresa pague la “cifra casual” con dinero que históricamente viene de un lugar más truculento que el Presupuesto nacional para los medios públicos. Del que cobramos los de 678 para ensuciar a personas honestas.



Porque Ernesto cree que las relaciones perversas entre el dinero, el poder y la honestidad sólo cuentan cuando el dinero y el poder son los del Estado.



Honestidad es también ser obvio. Informar que un programa de televisión tiene un costo, que cuando el programa se hace, y sale al aire, es porque se gastó plata. Nadie se roba la “cifra casual”. Una cifra que según muchos que todos los días me paran por la calle está bien gastada por el Gobierno, porque (y es lo que me dicen) sirve para saber cómo y cuándo un medio te engaña, te hace la cabeza y esas cosas que para muchos son novedad.



Y si al mostrar esos mecanismos queda sucio algún periodista honesto, será porque su honestidad no alcanza para sortear la maquinaria de la empresa periodística donde trabaja. ¿O no es una “Casualidad Permanente” que cada cosa que se dice en los medios del Grupo Clarín cohesione con los intereses del Grupo Clarín?



Corrupción, divino tesoro. Los noventa fueron años maravillosos. Un japonés nos contó que había llegado el fin de la historia, ya no estaba el Muro, las ideologías eran mitos perimidos, el Estado era un socotroco medio peroncho y medio soviético. La única verdad era la realidad del mercado, la globalización, las inversiones extranjeras y la eficacia matemática.



Verdades que sólo fueron discutidas por setentistas ridículos que querían quedarse en el pasado, vivir con lo nuestro, y seguir renegando de Miami, de las videograbadoras, de las papas fritas en tubo y del gel.



El menemismo fue entonces la manera más exacta de leer el mundo. Pero había un problemita: era muy corrupto. Lo de problemita no es irónico, la corrupción fue un mal muy menor al lado de lo que se hizo legalmente. Pero nuestro periodismo progre se cebó mostrándonos las casas de los políticos, sus aviones, yates, los cortinados de María Julia, las suegras millonarias, los gastos del Tango 01... Nos mostró las sobras del banquete, mientras el banquete éramos nosotros. Porque la ideología había muerto, y ninguno de ellos tenía una ideología viva que les permitiera ver más allá de la rapiña humana, para advertir el verdadero desastre.



Hoy siguen persiguiendo casos de corrupción como perros que le ladran a la rueda de un auto. Ocupados en la rueda, no les importa si en el auto va un asesino o se trata de una ambulancia.



Ernesto descarta esta idea y escribe: “Preocuparse por si un líder es honesto o no, sería en este caso, un mero prejuicio pequeño burgués, una tara de alguien que no entiende cómo se maneja el poder”.



Y yo diría que sí, que es una tara, pero no de pequeño burgués, sino de periodistas que siguen sin entender la diferencia entre lo interesante y lo importante. La corrupción es importante para un fiscal, para un buen periodista podrían ser más importantes otras cosas. Por ejemplo, ofrecernos lecturas políticas y no policiales.



Hagamos este ejercicio: supongamos que efectivamente hay coimas para que Argentina exporte manufacturas a Venezuela, cosa que significa trabajo y guita para los argentinos. ¿Es el mismo pecado que las coimas por la privatización de empresas estatales y otras medidas que significaron la quiebra del país?



Para Ernesto sí. Él podría titular “Menem y los K: todos ladrones”.



Pero terminemos. Esto tiene un solo secreto. Escuchando a nuestros periodistas consagrados uno se entera de que los políticos son una bazofia, los jueces son malos, el fútbol es una mafia, la salud es un desastre, la policía es un monstruo, los legisladores son una mugre, la educación está destruida, y el periodismo es independiente y bueno.



Salvo los de 678. Excepción que confirma la regla, claro.
Carlos Barragán: “Ernesto, me tenés podrido”



Ernesto, me tenés podrido. La vez pasada contesté tu columna porque me citabas directamente aun sin nombrarme. Y esta vez lo hago porque, otra vez sin citarme, leo en tu nueva columna que versa sobre qué es ser periodista: “en estos tiempos en los que se pretende instalar que la única manera digna de serlo (periodista) es recibir una paga –directa o indirecta– del Gobierno y repetir que todos los periodistas son títeres, y que todos los opositores son malísimos y que todos los oficialistas son realmente brillantes”.



Me tenés podrido, Ernesto. Porque yo recibo una paga “indirecta” del Gobierno, de la misma manera que lo hacen mis compañeros de programa, una paga que recibimos para criticar cómo se maneja el periodismo cuando las papas queman. Porque ahora las papas queman, Ernesto. ¿Sabés por qué? Porque el grupo económico –que a vos te da tu paga– cuando deba atenerse a nuevas normas elaboradas, dictadas, sancionadas y aplicadas democráticamente perderá gran parte de sus negocios. Y estos negocios incluyen el gran negocio de monopolizar el relato de la realidad. Ya sé que eso no es cierto para vos que no creés que TN, los noticieros del 13, y demás parlantes, hayan saboteado la 125, ni que hayan saboteado el pago de deuda con reservas, a Marcó del Pont, la estatización de las Afjp, todos los viajes diplomáticos, ni que inventen que Carrió es una política lúcida, ni que bombéen la AUH, ni que reprochen (y tergiversen) día a día cada dicho de la Presidenta, ni que tilden de mentira cada anuncio oficial, ni que llamen “piquete” o “caos de tránsito” a toda expresión social… y la lista es interminable, Ernesto. Porque aunque vos no lo creas la mayor empresa periodística del país –que es en la que trabajás– no para ni un segundo de maquinar para imponer su verdad. Que no es una verdad cualquiera (todos tenemos una) sino la verdad de un grupo económico que intenta sobrevivir cuando las papas queman. Y las papas queman, Ernesto. Porque además esa empresa que paga tu sueldo nació, creció, se desarrolló y se volvió hegemónica entre sus competidoras de manera tan oscura que hasta parece que las torturas fueron parte de su fundación. ¿Pensás que lo de Papel Prensa es otra manipulación?



Y esa empresa, esa que vos no creés que esté fuera de sí para autoconservarse, tiene el problema de que su dueña podría ser apropiadora de hijos de desaparecidos. Tanto podría serlo que hace nueve años que está evitando la resolución del caso.



Entonces, Ernesto, me tenés podrido. Porque la máquina periodística donde trabajás está puesta al servicio de evitar a cualquier costo que se compruebe el delito de apropiación de personas, el delito fundacional de Papel Prensa, y que se aplique una ley democrática que choca contra su funcionamiento hegemónico. Esa empresa periodística usa al periodismo como una palanca para sobrevivir como empresa comercial.



Y hablás de periodismo y dignidad, Ernesto. Y te enojás con quienes señalamos esto, y te tomás el trabajo de encontrarle virtudes a Majul, a Morales Solá, y a Santoro. ¿Qué tal si buscás algún delito resuelto por el Fino Palacios, o si te acordás de lo bien que hizo Menem en sacar el servicio militar, de contar que Neustadt le dio trabajo a un adolescente y hombre de bien Carlitos Ulanovsky, o que Cecilia Pando es una mamá copada?



Tu idea es que nada es blanco o negro, que todo es un poco de todo, que las cosas no son tan claras, que no hay buenos ni malos, que nadie es dueño de la verdad, que no se puede tirar la primera piedra y un montón de clishés más para explicarte a vos mismo que el mundo es un lugar inasible, gelatinoso, donde todos somos más parecidos que diferentes. Pero las papas queman, Ernesto. Hay cosas que están cambiando y hay quienes quieren que cambien, y otros que no. Y habemos quienes ponemos la cara para que las cosas cambien, y nos sentimos en el lugar correcto.



Yo soy uno de esos que cobra, como decís vos, “indirectamente” del Gobierno. El mismo Gobierno que paga a los maestros para enseñar, a los médicos para curar, a los policías para cuidar, y a mí para que pueda pensar sin las presiones de las buenas empresas. Que son buenas, pero a veces se vuelven demasiado poderosas. Y me pagan, me pagan con menos ceros de los acostumbrados en la tele. Como para que ese dinero no me genere un amor desmedido por quienes me pagan. Ese amor, ese Síndrome de Estocolmo que a veces viven los periodistas estrellas, engordados desmesuradamente para que hagan suya la lógica empresaria del millón, el dos, el tres, y el infinito.



Porque las papas queman, Ernesto.



Por eso cuando decís: “Ojalá el periodismo no se transforme en la mediocridad de cobrar un sueldo en el Estado para elogiar al Gobierno y detractar a sus críticos”, yo siento que forzaste una abstracción que no abunda en honestidad intelectual.



¿De qué críticos al Gobierno hablás? ¿de Magnetto? ¿de la Sra. de Noble? ¿de Mariano Grondona? ¿de Blank? ¿de Kirschbaum? Ya lo sé, no te gusta que se ataque a la gente, porque nadie es un “malo absoluto”. Pensás que eso es berreta, de barricada, es la lógica del amigo/enemigo. Una baratija dialéctica para engañar a los incautos.

Pero la mediocridad de cobrar un sueldo del Estado para elogiar al Gobierno, es muy parecida a la grandeza de cobrar de Clarín para elogiar a Clarín.



¿Estoy loco, o alguna vez te escuché elogiar a Clarín porque ahí trabajás en libertad?

Yo no creo que por eso seas un mediocre ni un héroe. Tendrás alguna buena razón para querer estar ahí, pero para eso necesitás olvidarte que estás en un lugar donde hoy el periodismo se pasa por una picadora de carne. Y donde tu libertad individual en el mejor y más triste de los casos sirve como el aceite que lubrica a la máquina de desinformar. La máquina de proteger a la máquina.



¿Creés que en Mitre me querrán dar un programa a mí? ¿Y si voy con Pablo Llonto? ¿O a Sandra Russo, o a Galende para escuchar “todas las voces”?



Me tenés podrido, Ernesto.



Mis elogios al Gobierno los hago desde antes de estar donde estoy. Los hacía gratis. En realidad esos elogios los pagué de mi bolsillo. Los pagué con alguna oportunidad de trabajo perdida. Y mis críticas al Gobierno las hago entre amigos, porque el espacio que tengo en la tele. prefiero usarlo para criticar a quienes no quieren nada de lo bueno del Gobierno. ¿Te parezco muy indigno?



Tu columna habla del Día del Periodista, y escribís “en estos tiempos me vienen a la memoria muchas de las historias valientes, íntegras y conmovedoras…”.

Mirá, Ernesto, en estos tiempos para el periodismo las papas queman, y no me parece conmovedor haberse quedado bajo el ala de la corporación periodística más poderosa que existió en el país. Corporación que a tu mencionado diario Di Presse, seguramente –y como es su estilo– no le haría la vida fácil.



A mí, como a vos, me encantaría que hubiera más de un buen diario escrito en idisch, diarios en mapuche, en guaraní, diarios de derecha, diarios zurdos, diarios fachos, diarios brillantes, y diarios mentirosos también.



Por eso defiendo la ley de medios, y por eso estoy orgulloso de estar en Canal 7.



Por eso me tenés podrido. Porque las papas queman, y vos seguís mirándote el ombligo. Porque nos agarró una granizada, y vos pensás que hay gente mala que te tira piedritas blancas. Y es que graniza, nomás.



Porque el clima a veces cambia, te guste o no te guste.



Miradas al Sur

Publicado por Kompromiso Nacional

Los datos fueron tomados de la web de la Presidencia de la Naciòn Argentina

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