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En primera persona, firmaron un artículo que revela la aprobación de la Junta Militar para el traspaso de Papel Prensa

Clarín y La Nación confesaron en 1977 su complicidad con la dictadura



Por Hernán Cocchi

Tiempo Argentino accedió al texto que se publicó el 19 de mayo de 1977, en el que se explicitan los lazos entre los militares y los dueños de los diarios para apropiarse de la fábrica de papel que pertenecía a la familia Graiver.

Cuando mañana el Poder Ejecutivo presente el informe “Papel Prensa - La Verdad” sobre los presuntos delitos de lesa humanidad cometidos en la apropiación de las acciones de la compañía en 1976, un coro opositor intentará explicar, una vez más, que es un avance contra la libertad de expresión y un tiro más de la guerra entre el gobierno y el Grupo Clarín. Sin embargo, es imposible tapar el sol con las manos, al menos cuando la historia sale a la luz.

El 19 de mayo de 1977, el diario propiedad de Ernestina Herrera de Noble publicó un artículo titulado “A la opinión pública”, con la intención de dar a conocer “todos los pasos que precedieron y siguieron a la compra de las acciones de Papel Prensa SA”. La información está al alcance de la mano. Tiempo Argentino accedió a esa edición de Clarín con una simple visita a la Biblioteca del Congreso de la Nación. El texto demuestra, en primera persona, la complicidad entre los accionistas privados de Papel Prensa con la última dictadura militar. Un dato que ya había sido revelado, pero que este texto confirma.

El documento histórico forma parte de la investigación que presentará la presidenta Cristina Fernández en la Casa Rosada y que seguramente concentrará la atención durante buena parte de la semana. “Los tres diarios emprendieron las gestiones de compra del paquete accionario de Papel Prensa SA, previa consulta con la Junta de Comandantes en Jefe y la Secretaría General de la Presidencia”, indica el octavo párrafo de la solicitada firmada por Clarín, La Nación y La Razón a poco de apropiarse de las acciones de la familia Graiver en complicidad con los jefes de la última dictadura. Quien intente negar la complicidad entre el poder militar y estas empresas periodísticas estará, al menos, negando la realidad. El documento concluye afirmando que “la transacción se celebró a la luz pública y con el consentimiento previo y posterior del Estado, a través de la más alta expresión de su voluntad que consta en acta de la Junta Militar”. A confesión de parte…

La historia había comenzado poco menos de un año antes, el 7 de agosto de 1976, cuando el avión privado de David Graiver –socio mayoritario de Papel Prensa– se estrelló en México. Según denunció la viuda del banquero, Lidia Papaleo, en esos días comenzaron las presiones para que la familia se desprendiera de sus bienes, entre ellos la preciada fábrica de papel de diario que estaba en construcción. Las amenazas continuaron luego de su regreso a la Argentina. En la declaración que la mujer realizó ante la Secretaría de Comercio Interior –publicada por Tiempo Argentino- y que también forma parte del documento que se presentará mañana, Papaleo afirmó que el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto, le dejó bien claras sus opciones: “Firme o le costará la vida a usted y su hija.” La historia de la apropiación continúa con las torturas que la viuda de Graiver sufrió durante su desaparición.

La versión oficial de los tres diarios omite el horror. “A mediados de 1976, se ofrece en venta en plaza el paquete accionario de Papel Prensa”, publicó Clarín en su portada. Sin embargo, desde la transferencia de la propiedad de la compañía, la familia Graiver denuncia que la operación fue realizada bajo la presión de los ejecutivos de los matutinos y la complicidad de los militares. “Ofrecer” es un verbo poco preciso en este caso.

José Alfredo Martínez de Hoz era el ministro de facto de Economía. Según confesó el propio diario Clarín, “Joe” fue cómplice de la transacción de apropiación de Papel Prensa. Era un plan sistemático de apropiación de empresas a favor de los amigos de los represores, que no sólo necesitaba del visto formal del Estado, sino incluir en el operativo a grupos de tareas y torturadores. Según el artículo, la compra se realizó “obtenida la conformidad a este alto nivel con el señor ministro de Economía y el señor secretario de Estado de Desarrollo Industrial. No hallándose objeción alguna, se celebraron el 2 de noviembre los contratos de compra de las acciones”.

La mentira tiene patas cortas, aunque a veces demore 33 años en aparecer. Ese 2 de noviembre fue el día en que Lidia Papaleo firmó a la fuerza el boleto de compra–venta de la mayoría accionaria de la compañía. “No fue una transacción entre hombres libres”, insistió el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en la anteúltima asamblea de Papel Prensa. Según el testimonio de los sobrevivientes de aquellos días, el “polémico” funcionario tiene razón.

Pero la confesión de “el gran diario argentino” no concluye en sus complicidades con los jefes del genocidio de 30.000 personas. Hoy, los representantes del Estado en Papel Prensa hablan hasta el cansancio de las ventajas competitivas que le permitieron al Grupo ser una de las empresas más importantes de la Argentina.

Todo comenzó cuando tomaron por la fuerza el control de la fábrica de papel de diario. El artículo de 1977 que hoy reproduce Tiempo Argentino explica claramente el poder que otorga manejar cuotas y precios del insumo más importante para un diario: “Se trataba, en la época de constitución de FAPEL (la firma que adquirió inicialmente Papel Prensa y que luego cedió a Clarín, La Nación y La Razón), de oponerse de alguna manera a la política de control de los diarios que alentaba especialmente el gobierno de entonces. Ese control se procuraba en forma directa en aquellos diarios más vulnerables económicamente y, en forma indirecta, a través del manipuleo de la futura fabricación de papel, en los diarios empresariamente más sólidos.” Cuando hablan de ‘el gobierno de entonces’, los tres diarios hacen referencia a la última presidencia de Juan Domingo Perón. No había dudas, Papel Prensa –un proyecto iniciado durante la dictadura de Agustín Lanusse– era demasiado preciado para que quede en manos de un grupo como el de los Graiver, ajeno al mercado editorial. “Los grandes diarios” tenían un plan bien pensado para ser los dueños de la empresa que encararía el proceso de sustitución de importaciones de papel de diario.

Beatriz Paglieri, actual directora por el Estado en la compañía, expresó hace unos días en un discurso frente a militantes kirchneristas que “el monopolio de la fabricación del papel de diario hizo que muchos medios mueran y que algunos ni siquiera nazcan”. El artículo histórico insiste en que gracias a los nuevos dueños, quedaron “aventados ya los riesgos anteriores de control político de la prensa a través de la manipulación de los cupos y el precio del papel”. Con la compra de Papel Prensa, Clarín, La Razón y La Nación se transformaban en los garantes de la libertad de expresión, un derecho público que a partir de entonces sería velado por empresarios privados.

Pero “los intereses de la Patria” estaban primero. El artículo explica con lujo de detalles que toda la transacción se realizó “preservando un proyecto de interés nacional y resguardando el abastecimiento para todos los diarios de su principal insumo en defensa de la libertad de prensa, de conformidad con la centenaria tradición argentina y respetando uno de los soportes de nuestro estilo de vida”.

Vale una aclaración. En la desgarradora carta que envió Lidia Papaleo de Graiver al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, la viuda del banquero destacó que le “habían hecho saber que las acciones debían cederse a empresarios argentinos que no pertenecieran a la colectividad judía”.

Por otro lado, los dictadores insistían en vincular a David Graiver con Montoneros. De hecho, en la misma portada en la que Clarín publicó “A la opinión pública”, la “bajada” del título central de la edición de ese jueves anunciaba que uno de los temas de la próxima reunión de la Junta Militar sería evaluar “las investigaciones en torno de los casos Graiver y ALUAR”.

Nunca se probó que la familia Graiver tuviera relaciones con la organización guerrillera. El 16 de julio de 1982, el juez en lo Criminal y Correccional Fernando Zabalía resolvió “sobreseer parcial y definitivamente en esta causa 725/81 a Juan Graiver en relación con los delitos de asociación ilícita calificada, asistencia económica a la subversión y encubrimiento”. En el testimonio que este año Rafael Ianover prestó frente a los socios de la compañía, el ex testafero de David Graiver recordó que ser judío era una de las acusaciones que sufrió durante su cautiverio.

El 27 de septiembre de 1978, Jorge Rafael Videla, Ernestina Herrera de Noble y Bartolomé Mitre brindaron por la inauguración de la planta de Papel Prensa en San Pedro. El plan había dado sus frutos. Los beneficios recién comenzaban.

Publicado por Kompromiso Nacional

Los datos fueron tomados de la web de la Presidencia de la Naciòn Argentina

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