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De huevazos y de maricas
Por Orlando Barone

Destinatarios, Simbolismos, Transgresiones, Pepito, Identidades

Sobran huevos en la Argentina. Últimamente se arrojan a troche y moche. A Alfredo De Angeli lo “huevearon” en Azul los trabajadores de la carne y al gobernador Scioli lo acaban de “huevear” en Coronel Suárez; aunque como gobernador tiene experiencia: hace un tiempo los ruralistas de Olavarría también le habían arrojado huevos. En plena tendencia de época, los piqueteros de Rául Castells andan a los huevazos en el Chaco. Hace unos meses el diputado Rossi padeció igual agresión en Laguna Paiva por parte de chacareros encocorados. Para ellos es fácil por su cercanía al gallinero. Curioso destino el del huevo, símbolo del alimento primordial y de la génesis del mundo e inspirador de metáforas como la de “la gallina de los huevos de oro”, el “huevo de la serpiente”, “hay que poner huevos”, “hacer huevo” o no me “rompás los huevos”. Y sí que se rompen; y no sólo en el borde de la sartén.


La “Hiena” Barrios, protagonista en el verano en Mar del Plata de una tragedia de la que fue responsable con su auto, recibió unos cuantos. Alicia Kirchner los había recibido en el sur. El aula Magna de la Universidad fue teatro de “hueveadas” estudiantiles diversas. En aquella crisis de 2001 Domingo Cavallo fue “hueveado” por manifestantes en el casamiento de su hija. No fue el único: la época proliferó en “huevazos” contra políticos y contra los bancos.

Contrariamente, arrojar huevos tiene un carácter festivo en despedidas de soltero o en fiestas de egresados. Como proyectiles, para dar en un blanco opositor o enemigo, los huevos son en general inofensivos, aunque ofenden, porque su objetivo es poner al “hueveado” en ridículo.

En España está la “tomatina” tradición de Buñol, en Valencia, donde en la estación de la cosecha miles de valencianos se divierten arrojándose tomates maduros unos a otros hasta quedar ensopados en jugo colorado. El ridículo en masa ya no resulta ridículo. Pero un tipo, solo y trajeado, sorprendido con un huevo en la solapa o en la cara, más que compasión despierta risa. Es lo que busca el que lo arroja. Pocas veces las destinatarias son mujeres. Hace años, sin embargo, la actriz Elena Cruz fue “hueveada” por activistas que rechazaban sus mensajes pro dictadura. Si fuera por esta actitud, el stock humano argentino con esa inclinación es aun abundante. No es nada extraño: allá está España a la que un solo juez -Baltasar Garzón- dejó su esqueleto falangista al desnudo. Aquí al menos sus símiles se ven obligados a disimular su nostalgia pro dictadura detrás de una retórica de dogma acerca de las instituciones.

Nuestro pasado pesa a veces, a favor de otras en contra, como todos los pasados. Diego Fischerman en Página/12 se indaga sobre la notoria ausencia de artistas y del arte de las calles de la ciudad y la profusión de militares. Durante las fiestas del Bicentenario recordó que apenas se llega en avión a Buenos Aires se aterriza en el aeropuerto Ministro Pistarini, colaborador de Justo y de Perón, gestor de la compra de armamentos a Alemania y condecorado por el Tercer Reich. Escribe que, al venir hacia el centro, “se circula por una autopista que porta dos nombres: Teniente General Riccheri y Luis Dellepiane. El primero, el creador del servicio militar obligatorio y el segundo el que comandó la policía durante la Semana Trágica”. Y tiene razón cuando insiste en que cada cabo o alférez tiene su calle. Y no así grandes genios o artistas como Atahualpa, Piazzolla, Ginastera, Castagnino, Girondo, Silvina Ocampo, Leónidas Barletta, etcétera. Borges tiene la suya. También Sarmiento aunque no sé si por la genialidad del Facundo o por ser presidente. Fischerman tiene razón pero ya va a llegar el momento de un mejor bautismo. En el desfile del Bicentenario -él reconoce- empezó otro relato transformardor : hubo arte en las calles. Y yo agrego: el canto a coro de la multitud de la Marcha de San Lorenzo marca acaso un punto de inflexión restaurador en nuestro dañado vínculo con las fuerzas armadas.

Vuelvo al huevo como escrache. Lo cierto es que es una evolución en lugar de la piedra y más aún de la bala. Un mal chiste sería plantearse si hay algunos de tantos de esos “hueveados” que se lo merecen, y si hay muchos más aspirantes a ese merecimiento. Dadas las características frágiles y pegajosas del huevo, y la necesidad de catarsis de la condición humana, veo difícil que la tendencia se interrumpa. Salvo que las gallinas dejen de ponerlos.

Decía que sobran huevos por todas partes. Pepito Cibrián los puso en la sesión del Senado donde se trató la ley del matrimonio de personas del mismo sexo. Leyó un poema a Federico García Lorca con histrionismo de género. Según el que lo viera y escuchara, ese histrionismo entusiasmaba para la burla o para la interesada atención. Este último caso es el mío previo a casi tentarme con la burla. Yo también tengo mis pensamientos enanos. Finalmente el poema me sonó bello y conmovedor, aunque no apto para machos bravíos ni católicos ni evangelistas fanáticos de la naturaleza heterosexual. Y de la familia tipo. Y de la hipocresía. Algunos de esos versos cantando a Federico sonaron en la enfática voz de Cibrián de esta manera:



“Marica quien me ha aplaudido

marica quien me ha leído

marica quien ha luchado

contra las hordas maricas

que bárbaramente rompen

la belleza de un marica.



Marica el Dante y su mundo

y Calderón... Un marica

que escribió que

“todo es sueño”

y un sueño es acto marica.



Maricas los enfermeros

por sanar lepras maricas.

Galileo, el más marica,

por pretender ver redondo

un mundo cuadrangulado

por cuadrángulos maricas.



Marica el médico a palos

y marica su escribano,

¡Marica penicilina

que sólo curas maricas!



Marica Don Juan Tenorio

por amar él lo prohibido.

Y Beethoven ¡gran marica!

que junto a Manuel de Falla

se atrevieran a dar sones

que por serlo son maricas.



Marica el crucificado

por redimir mariquitas.

Marica, madre, ¡marica!

por haberme tú parido.



Marica también mi padre

por tener semen marica

y maricas mis ancestros

por engendrarnos maricas.



Y así... sumando... maricas...

veremos que en cada tumba

de humanidades maricas

sólo yacen esqueletos.

Esqueletos de maricas.”



La nueva ley será la tumba de tanto anacronismo moral acerca de las inexistentes leyes del sexo. Se va ampliando nuestro mundo de libertades. Y, mientras éstas avanzan, chillan los que las quieren tirar hacia atrás cada vez más en minoría.

Oportunamente, el Inadi decidió entregar a los senadores sendos ejemplares del libro Historia de la homosexualidad argentina, de Osvaldo Bazán. En sus páginas se plantea el oscurantismo patrio con un interrogante sobre la cierta o presunta homosexualidad de Belgrano o acerca del origen homoerótico del tango. Uno podría especular acerca de cómo influirán sus páginas en senadores de pública militancia heterodoxa amorosa como Adolfo Rodríguez Saá y Carlos Menem. Pero lo cierto es que no hay estereotipos anquilosados de gays ni de machos; ni de nadie. Menos de aspirantes a presidente en ninguna parte. Evo Morales, el obispo Lugo, Pepe Mujica y Obama rompieron el molde. Ya hubo varios casos en el mundo de explícitos gobernadores o alcaldes homosexuales. Aunque lo que más abunda son los presidentes varones de alcobas desatadas. Ya llegará el tiempo del presidente gay. Y a los cuatro vientos. No hay que imaginar modelos exagerados. Porque su arquetipo no tiene por qué ser la réplica de algunos de los que bailan y gorjean en la televisión de variedades. En este sentido les ganan muchos huevudos heterosexuales. Las huevadas no discriminan por ejercicio de sexo. Ser huevón tampoco pasa por el Congreso ni por el Inadi.

Respecto del huevo, para no olvidarlo en el último párrafo, siempre me intrigó ese insulto en que entre dos contrincantes uno invita al otro a chuparle un huevo. ¿Por qué uno solo? He tratado de averiguarlo. Conjeturo que debe ser porque ofrecerle uno solo y negarle el otro es más injuriante.

La que metafóricamente los tiene es la jueza que ordenó el allanamiento y forzó legalmente la entrega de muestras de ADN a los hijos adoptivos, y ya adultos, de Herrera de Noble. Como dice Bertolt Brecht, no me acuerdo cuándo ni dónde, pero calza a este escándalo: “Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse de la mentira, tendrá que pasar al ataque”. El Banco genético del Hospital Durand es el campo de batalla.

Publicado por Kompromiso Nacional

Los datos fueron tomados de la web de la Presidencia de la Naciòn Argentina

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