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Los huevos pasados por Pascua


Por Orlando Barone
Precios vip, Infantería clasista, Fantasmas,  “Noble”za obliga.


Vivamos las Pascuas sean cristianas, judías o agnósticas, cuidándonos, eso sí, de que ningún juececito aburrido del feriado no nos dicte una medida cautelar, se vaya a su casa del country a comer la torta pascualina, desconecte el celular y clausure nuestro alborozo.


Ésta es la nueva era cautelar. Viene tan inflacionada que muchísima gente corrió a derramar aterrada su deflación a los mejores lugares turísticos. Es tan grande la inflación que los periodistas hegemónicos están inflacionados de inflación. Antes de salir a escena ante el micrófono los entrenan en una góndola de La Horqueta con precios vip, repiten la canasta familiar que inventa el economista Cachanosky en la notebook, y se lanzan a denunciar al secretario Moreno. Pero de lejos. A prudente distancia y si ven que está desarmado. Una cosa lleva a la otra. Y todo termina en la clase media.

Es la clase que no conoce ni la base ni la cima. Ni siquiera es una clase: es un magma. Es decir: el sedimento de un surtido que una vez que se bate es indescifrable. Aprovecho amablemente para saquearle a Fernando Braga Menéndez dos respuestas de una entrevista en el diario Miradas al Sur, en el suplemento Ni a palos. Publicación de culto donde hay textos que no usan capucha ni palos, sino ingenio. Don Fernando responde: “Hay un libro muy bueno que se llama Historia de la clase media argentina, de Ezequiel Adamovsky, que dice que a la clase alta se le ocurrió que los forros de la clase media laburen y hagan de infantería para enfrentar a los negros”. Y cuando le preguntan si el Gobierno está acabado, Don Fernando responde: “La mejor prueba de que el kirchnerismo no está acabado es el odio que le tienen. Como dice Artemio López: uno no odia a un muerto”.

Pregúntele al ex presidente Alfonsín que se retiró vivamente odiado y ahora, de muerto, es adorado como un santo. En estas sacralidades funerarias, el peronismo es la cumbre. No obstante, el lunes pasado el diario Crónica titulaba una nota en La Recoleta: “La gente antes preguntaba por Evita, ahora pregunta por Alfonsín”. No exageren. Alfonsín no llegó a Hollywood, todavía no lo interpretó Anthony Hopkins. Además, recién empieza la aventura del tiempo de la historia que, o te agranda o te reduce a una ofrenda cada año en la fecha del deceso.

En La Recoleta es más fácil que sobren cenizas a que perduren los fuegos. Es uno de los más vastos cementerios de elegías fúnebres. Hay miles perdidas entre los sarcófagos y ataúdes como lisonjas. Y, entre tanta desmesura oratoria, los muertos grandes se avergüenzan de la pequeñez narcisista de los que usufructúan sus fantasmas indefensos. Últimamente no sé por qué efecto Big Bang, ya que está de moda por la máquina de Dios, en Ginebra, hay periodistas que en pleno éxtasis triunfal sienten un metafórico aire de cementerio. Nunca doy nombres: yo podría estar entre ellos de haber mantenido la fidelidad a mi origen. Pero no me lamento. En cambio, ellos se sienten maltratados por los alcahuetes oficialistas. Y se están armando una novela de resistencia próspera en medios hegemónicos, como si todos fuésemos otarios y los creyéramos héroes. Ni lo sueñen. Ni lo inventen.

Antonio Gasalla acaba de decir que los noticieros de televisión “parecen novelas”. Indudablemente malas, aunque esto no lo dijo. Pero el género ficción se propaga. Osvaldo Pepe, pretendido y tardío émulo de Esopo, el lunes 29 desarrolla en Clarín una fábula. La titula: “El escorpión de los Kirchner”. No me hagan contarla. Es tan opositoramente obvia y tan falta de gracia como el chiste del escorpión contado por un idiota lleno de sonido y de furia. Hoy estoy malo. Como siempre. Una maldad inocua. Estilo 6,7,8, programita de la mierda oficialista que les hace cosquillas a los periodistas de agua destilada noble. En este estilo me acordé de una crónica sensible que publicó en La Nación Joaquín Morales Solá aquella vez que el juez Marquevich hizo detener a la dueña de Clarín. Lean algunos de sus conmovedores párrafos:

“Más de 25 años después, la señora de Noble sigue llorando por esos hijos. Su detención dispara una primera injusticia: una madre no debería ser detenida sólo por serlo. Sea cual fuere el antecedente biológico de sus hijos, lo cierto es que los crió con la devoción y el cariño de una madre (…) ¿Por qué no creer en la palabra de una madre que relató siempre las características normales de una adopción? ¿Por qué someterla a semejante vejación, como la que sufre actualmente la directora de Clarín, sin haber agotado -y ni siquiera iniciado- las instancias judiciales para conseguir su testimonio? (…) La calumnia sistemática y la de-sinformación deliberada contra La Nación y la vejación inadmisible a la señora de Noble han roto fronteras, han destruido límites sutiles de las formas democráticas, que serán tan difíciles como imprescindibles de reconstruir.”

La alabanza es de diciembre del año 2002. Es evidente por el texto que para Morales Solá no es cierto que madre hay una sola. Ése es un anacronismo de género. Lo que importa es las ganas de ser madre como sea, aun neutralizando el ADN de las madres verdaderas.

Hablando de certezas: ¿les tenemos que creer a los ingleses de que el petróleo de Las Malvinas es trucho? Habría que ir a constatarlo. A quien sí le creo todo es a Carlos Tevez. Porque es de Fuerte Apache. Si fuese de Pilar o de San Isidro o de Barrio Parque desconfiaría de entrada. Soy prejuicioso. Lo confieso. Podría asegurar que en Fuerte Apache no dan nunca cheques sin fondo. Que no defraudan a la AFIP, que no esclavizan a las empleadas domésticas y que no sienten ningún rechazo por los “trapitos” ni por los que usan capucha tipo Chiapas.

Ah, me olvidaba. Soy un hombre mayor: no sólo he perdido la libido, he perdido muchas cosas. Les digo que los hijos adoptados, apropiados, secuestrados de Ernestina Herrera de Noble no son más “los chicos”. Ya son grandes. Pesan como adultos y tienen la densidad de sus crianzas. Estudiaron, son ricos. Saben la diferencia entre “ser o no ser” aunque no les guste Hamlet. Y sobre todo ya saben que no pueden decir que no saben.

Publicado por Kompromiso Nacional

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