Llueve mierda y no hay papel
Por Orlando Barone
Estampida -Terrorismo- privado- Traseros- Papel higiénico
Aprovecho a escribir antes de que se acabe el papel. Y antes de que se acaben las vacas. ¿Cómo no leyeron en los diarios de esta semana que se “perdieron 9.000.000 de vacas?”. ¿Cómo hicieron para perderse tantas, dónde se fueron? Ojalá vuelvan. Lo que no vuelve es la fábula contada como antes de que se supiera la moraleja. Que es ésta: “Quien controla Papel Prensa controla la palabra impresa”. Y la que no está impresa también. Todas, para ser realistas. Menos las que están en el informe que la Presidenta desgranó a “capella”. Se trata de la desfabulación de la antigua fábula de Papel Prensa. La moraleja es dura como una cara de opositor que elige seguir creyendo en la fábula porque si no el que se desfabuliza es él. Federico Storani es la prueba. En un sincero ataque de progresismo radical, que no es cualquier progresismo, aclaró el misterio que rodeaba a los Kirchner. Lo aclaró en Clarín, para dejar claro su esclarecimiento. Dijo:
“En los 70, a la primera cebita, los Kirchner se fueron a Santa Cruz”. Cada uno -Fredy- lleva la cruz que menos le pesa. Aunque queda la esperanza de que el que dijo eso no fue Storani sino algún resentido sin trayectoria.
Peores son quienes pintaron y pegaron leyendas a favor del terrorismo de Estado en las paredes del ex centro clandestino de detención Automotores Orletti. En uno de los afiches advierten: “Atención. Ayer las guerrillas terroristas de conexión internacional iniciaron una guerra contra el pueblo de la Nación Argentina para tomar el poder e instalar un sistema comunista”. Me hace acordar a esos soldados japoneses que al ser descubiertos después de medio siglo de estar escondidos en la espesura de una isla, salieron al mundo creyendo que todavía estaban en plena guerra mundial.
En otra advertencia, el editorial del miércoles del diario La Nación dice: “La oposición rechaza un proyecto del Poder Ejecutivo que procura eliminar la instrucción castrense en los liceos militares”. Cuánto temor a desarmar a la patria cuando más lo necesita.
Y desde un ventilador humano inimputable aunque es adulta, una voz grita “que la Presidenta inicia el camino de una especie de terrorismo de Estado”. Hay que ser lo que no se debe ser para decir semejante mierda.
Y, en coincidencia de época, el resultado de la elección del representante de los abogados para el Consejo de la Magistratura dio ganador a Alejandro Fargosi. Con beneplácito los grandes medios lo calificaron de “antikichnerista”. Como si ése fuera su gran mérito. Paradójicamente Fargosi prometía “devolver al Consejo la independencia del poder político”.
Independencia hay una avenida. Y una leyenda periodística antigua, que últimamente fue derrumbada por sus propios feligreses. Lo interesante es que la candidatura de Fargosi-según informa el diario Tiempo Argentino- fue avalada por los hijos de José Alfredo Martínez de Hoz, de Mariano Grondona y de Pedro Eugenio Aramburu. Todos con los mismos nombres que sus padres.
Como se ve la realidad no es la idealidad, como pensaba la escolástica. Y no. La realidad argentina hoy está dividida en dos. Hay una y hay otra. La otra es más fantástica que la una. Decenas de legisladores sostienen a esta última con tal de defender a sus grandes sponsors y auspiciantes. Y están en su derecho. Un auspiciante de ese calibre es más que una banca. Y también periodistas de todo rango difunden esa realidad fantástica.
Papel Prensa ha aportado lo suyo para alentar esa creencia: empresa durante años desconocida, silenciosa y reservada, y de pronto irrumpiendo como una ostra que se abre con una perla negra dentro. La saga Graiver-Papaleo entonces, atraviesa capas de silencio y se presenta en escena. Esa aparición no estaba prevista. Como tampoco antes lo estuvo la de Héctor Magnetto. Ésta, la de Magnetto según la jibarizadora tiempo completo de la Colisión Cínica, es la aparición que por oposición al Gobierno se va a merecer un monumento.
Tampoco estaba prevista la aparición de Isidoro Graiver duplicando él mismo a dos voces dos cuentos contradictorios. Isidoro, de vida casi anónima y no próspera, produjo un efecto inesperado en la trama. La llenó por unas horas de anécdota y distrajo de la sustancia. Simplifiquemos: por qué tanto lío porque Isidoro Graiver se fue a Londres. Porque al igual que las solicitadas por él publicadas no responden a su actual perfil económico. Corrió la voz, confirmada en noticia, de que enseguida de desmentir a su cuñada Lidia Papaleo, para así favorecer la coartada de Clarín y de La Nación, partió en el vuelo 246 de British Airways. No se sabe en qué clase. Se merecería ir en primera. El diario Clarín disipó el martes cualquier duda o infundio al publicar lo siguiente: “La familia Graiver informó a los medios que efectivamente Isidoro se fue a Londres para asistir, el sábado 28, al ‘Bar Mitzvá’ de uno de sus nietos.”. ¡Ah, era por eso! Un Bar Miztvá, igual que una fiesta de comunión, no se le niega a nadie.
Una declaración del ex presidente Duhalde tampoco. Delirando, dijo que el proyecto de ley de declarar al papel de diario de interés público es “un delirio”. "Y -agregó- como el Gobierno siga así va a querer declarar de interés público el papel higiénico”.
Para quienes tienen siempre el culo sucio sería costosísimo. Para qué poner en evidencia algo que se hace en privado. Mejor que el papel higiénico siga así, privadamente, porque entre tantas marcas como hay siempre hay alguna de oferta. Por eso la oposición quiere demorar el juego, tirar la pelota afuera, perder tiempo. Pero cualquiera que sabe de estos ardides en el fútbol, también sabe que ese planteo de cagones trae el riesgo de un contragolpe que frustre el objetivo. Ahora se les está ocurriendo la ocurrencia de inventar una fórmula opositora progresista. Lo más progresista a que pueden aspirar con los candidatos que tienen es lanzarla por Twitter.
Cuentan -no me hago cargo de que sea del todo cierto- que en un pueblito de Francia llamado Saint Pandelon “está lloviendo mierda”. Lo dijo el alcalde Jean Pierre Boiselle. También la BBC tituló la noticia como: “El día que cayó mierda del cielo”. No son aviones que vuelan bajo ni pájaros con diarrea, afirman los expertos. ¿No tendrán que ver aquellas nueve millones de vacas argentinas que se perdieron? Pero no, porque es mierda no bosta. Aunque el riesgo climático de aquel pueblo de Francia podría ocurrir aquí en el Congreso. Y estaría justificado, por no decir merecido. Imagino uno de esos días en que tantos legisladores “enclarinados” -y tantas culonas o no- ofrecen el trasero al son del instrumento de viento de sonido metálico. Prosternados en sus bancas opositoras y mientras mueven las cabezas diciendo no y no, verían azorados cómo cae mierda del techo. Humana, claro. Tuve suerte: todavía queda papel para escribir lo que a cada uno se le da la gana.
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