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Filosofía…merca…miedo…

Por Orlando Barone
Zaratustra / Pobres los pobres / Colegas / Ardores


Filosofía…dados, timba…Y la poesía cruel…”. Discepolín es el instigador omnisciente. Desde “Cafetín de Buenos Aires” o desde “Cambalache” sigue dominando la escena argentina. Por eso últimamente hay por aquí tantos filósofos. Acabaron por superar a los licenciados y son plaga en los medios. Solamente les falta dar recitales ya que nadie va a exigirles que funden ninguna doctrina, a lo sumo un dossier para alentar a equipos de venta o para hacer reverdecer el entusiasmo de los productores agrícolas un tanto desagricolizados. Filosofía de la calle es la que expresa el cardenal rampante cuando se interroga como Nietzsche en Así hablaba Zaratustra y se pregunta: “¿Preparamos a los chicos para recibir la semilla de la esperanza o les damos tres o cuatro cosas que terminan fracasando en la esquina con el que viene a venderles la merca?”.


¡Santo Dios! Dios no ha muerto. El lunfardo tampoco. Ni la idea del Apocalipsis. Ahí está el “miedo” que dice sentir la senadora formoseña del Frente para la Victoria, Adriana Bartolozzi. Por ahora, es una sensación sin identificación de la causa o del objeto que la provocan. He ahí el enigma. Otro más que ingresa al “miedario” político. No hay que olvidar que todavía subsiste aquel de Carlos Reutemann: “Vi algo allá atrás…”. Todos somos filósofos. Sobre todo de los pobres. Es un tema que cada día acrecienta especialistas. No me refiero al obispo Casaretto, que tiene un currículum que lo sustenta. Sino a los potenciales socios de su frustrado documento para resaltar la pobreza. Ante tanta excitación por contar a los pobres uno a uno, matemática y generosamente como para que ninguno quede afuera del lamento, están reproduciéndose defensores de pobres realmente inesperados y sorprendentes. A ese milagro se afana monseñor Casaretto. Ya está llegando el momento en que los propios pobres van a tener que registrar la patente de la marca para frenar su uso indiscriminado y al voleo. Con el registro de propiedad sólo los pobres podrían estar autorizados a nombrarse a sí mismos y, excepcionalmente, autorizar ellos a quienes vayan a defenderlos públicamente. Para evitar impostores e imposturas. Y que prósperos fabricantes de pobres firmen un documento doliéndose de las consecuencias. Se me ocurre que de existir ese registro los de la Mesa de Enlace tendrían serios problemas para conseguir el permiso de pronunciar la palabra “pobre” así porque sí, como quien dice soja o dice retenciones. Y si economistas como Melconian, Cachanosky, Prat Gay, Cavallo o Broda osaran pronunciarlas serían denunciados judicialmente. Entonces se abstendrían. Poco a poco la palabra iría recobrando su significado significante.

Se podría aplicar una serie de requisitos: no pronunciar la palabra pobre con la boca llena ni menos con el estómago saciado; no publicarla en estadísticas compuestas por consultorías que no demuestren conocer al menos una villa, un barrio marginal del conurbano y algún trabajador golondrina del campo que no use ropa Cardón ni diga en voz baja “patroncito”. Corren tiempos de introspecciones, de culpas y disculpas.

Ese programa de la “mierda oficialista” que me incluye inmerecidamente, desenmascaró el baile de máscaras. La interna periodística bulle. Los periodistas puros, los impuros, los ambiguos, los mutantes, los conspiradores, los serviciales, los sumisos, los dependientes, los independientes ficcionales y los alcahuetes oficialistas y antioficialistas arden, y se esparcen entre sí los ardores. Buena catarsis. Algo va a salir de ese ardoreo de ex pavos reales aterrizando ahora en el oficio a ras del realismo ya no mágico.

Se suceden realidades como ésta: el periodista Juan Miceli, dieciocho años en el Grupo Clarín y TN, es contratado por el canal 7. En pleno estreno le declara a Página/12 lo siguiente: “La ley de medios es imprescindible y necesaria. Creo, de todas maneras, que la que se sancionó no es la mejor que se podría tener. La ley tiene su origen en un acto de revancha hacia el Grupo Clarín por cuestiones políticas (…) la ley se transformó en un elemento de presión (…) una ley que es producto de una venganza nunca es una ley equitativa, justa, equilibrada (…) El espíritu de democratizar a los medios termina siendo una herramienta para perjudicar puntualmente a unos grupos de medios. Aun cuando tiene algunos puntos a favor”. Pensar que lo dejaron irse. Como les dije. El oficio arde.

En el diario La Nación del miércoles 14 el escritor Guillermo Martínez fue el eje de una entrevista que llevó este extraordinario título de tapa: “Surge una nueva forma de gorilismo en la era de los K”. Los lectores del diario involucrados masivamente, se lanzaron a responderle en la red. La avalancha sigue. ¿Cómo nuestro diario tradicional se atrevía a tanto? ¿Quién es Martínez? Podría pensarse que se trata de una gragea de compensación a tanto oposicionismo. A veces la estrategia exige sapos. A veces se notan demasiado. Pero, ¿qué dijo acerca del nuevo gorilismo, en el lugar donde nunca se dice, este notable escritor socialista? Dijo: “Es un odio irracional a cualquier cosa que haga este gobierno, sin tomarse el trabajo de pensar honestamente si la medida es buena o mala para ellos. O de comparar esas medidas con las administraciones anteriores, que no fueron mejores. Los brotes de felicidad que produjo la enfermedad de Kirchner fueron otro indicador. Lo más elocuente de este gorilismo es que cuando la clase media comienza a mejorar también empieza a mimetizarse con los valores de la clase alta”. El escritor fue tan solicitado por los medios como hace cuarenta años lo fueron Los Beatles, cuando dijeron que eran más populares que Jesús y recién ahora acaban de ser perdonados por el Vaticano.

Les doy una última forma de hablar bien del Gobierno y no pasar por alcahuete. Yo no soy el ejemplo pero sé como hacerlo. Hay que anticipar que no se es oficialista y entonces atribuirle al Gobierno alguna cosa positiva. Y cada tanto decir: “Pero no soy oficialista, eh”. Es como empezar a decir que uno cree en Dios pero no es un chupacirios. O que para hablar sin culpas en contra de los judíos, decir que se tiene un amigo judío. Es que uno, si es inteligente, no se conforma con cualquier gobierno. Porque uno tiene utopías. Sí, claro, la Asignación Universal por Hijo está bien pero la inflación se la come. Sí, las computadoras están bien, pero el conocimiento no es el cerebro. Sí, los derechos humanos, están bien, pero antes no les importaban.

Miren si el periodismo arde, que el diario El País de España, que cada día está más derecho, le publicó una larga crónica al escritor de no sé qué tendencia o tribu peronista, Álvaro Abós. La ficción empieza con este párrafo objetivo y científico: “Que la Selección Argentina gane la copa mundial de fútbol que comenzará el 10 de junio de 2010 en Sudáfrica, tal vez sea el último recurso que le quede a Néstor Kirchner para retener el poder cuando su esposa y acólita Cristina Fernández deje la presidencia de su país en 2011”. Nadie estaba enterado de que Néstor Kirchner había sido seleccionado. Álvaro Abós cumple en esta crónica con aquel sabio consejo de Maradona que alude a la fellatio.

Metafóricamente hablando, claro.

Publicado por Kompromiso Nacional

Los datos fueron tomados de la web de la Presidencia de la Naciòn Argentina

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