Por Orlando Barone

Terrible. Este es el adjetivo más copiosamente usado respecto del calor. Terrible. También se lo emplea cuando hace frío. Terrible sirve para todo: para hablar de un aburrimiento terrible, de un viaje terrible, de un trabajo terrible y de una descompostura terrible. El terribilismo o la terriblez (están en el diccionario) cunden por doquier y el calor de tantos días de verano arrastra la calificación como un inseparable corset del que no puede desprenderse. Decimos que Haití es una tragedia terrible, y enseguida decimos que sin aire acondicionado hace un calor terrible. Es la dualidad del adjetivo: califica una situación desesperada y también una circunstancia trivial.


Para no ser menos digo que es terrible la página en blanco ante el terrible vacío de la imaginación. No tengo ya nada que decir acerca del travieso serial Martín Redrado; y nada que decir acerca de que cada vez más Pino Solanas advierte que tiene algunas coincidencias con la Coalición Cívica de Elisa Carrió y ninguna con Martín Sabbatella y con “esas” fuerzas de centroizquierda que siguen ligadas a la derecha representada por los Kirchner. Tampoco tengo nada que decir acerca de los dos millones de dólares de precio estable y no de oferta, que compró vía legal y declarada Néstor Kirchner, y nada que decir acerca de si valió la pena dejar tan vulnerable el umbral ético en momentos en que los perros del periodismo de caza furtiva, buscan el menor hilo de sangre para hincar ahí los colmillos. Bueno, Kirchner dejó el hilo de sangre fresca; podía haberse puesto una curita, haber evitado la herida, para qué carajo es rico y por qué no se da cuenta de que los ricos sólo son aceptados en la derecha. Qué difícil es defender el fair play del equipo cuando éste, con tal de ganar, juega al offside y al cuerpo a cuerpo y siempre está al borde de que lo echen de la cancha o le den los puntos por perdidos. Más fácil sería con el padre Farinello.

No exageren. Para algo está la aritmética. No eran 2 millones de dólares, eran 1.999.999,80 dólares. Las cuentas claras.

De lo que no tengo nada, pero nada qué decir es de por qué nuestros jugadores son siempre tildados de sucios y los de ellos de limpios. ¿Quién reparte los currículum, Fontevecchia? Pienso en él porque es un periodista puro. Como ven, una pregunta lleva a la otra. Me pregunto: ¿si Francisco de Narváez es peronista, Antonio Cafiero qué es? ¿Y si Cobos es opositor al Gobierno, Pino Solanas qué es? Aquí forzaría el dilema: ¿Quién es más opositor al Gobierno, Pino Solanas o todo el arco opositor incluyendo al grupo Clarín, a Papel Prensa y al Financial Times? Ésta es fácil: gana Solanas por presión de su rencor.

Anoto este dilema zoológico: ¿cuando un perro está rabioso sigue siendo un perro? Es puramente metafórico. ¿Y cuando un peronista se pasa de peronista, sigue siendo peronista o ya pasa a ser gorila? Todos esos son dilemas existenciales argentinos. Está ese otro dilema más ordinario: ¿si el sindicato de camioneros quiere tener un hotel en Punta del Este para sus afiliados, es un agravio al nacionalismo o es un aporte global para sus trabajadores? Mejoro la pregunta: ¿los camioneros, que ya usurpan Pinamar, deberían haberse limitado a La Perla de Mar del Plata?

Según los deseos de alguna tilinguería, los sindicatos a lo más que deberían aspirar es a hacer veranear a sus afiliados en Punta Lara o Santa Teresita. Sigamos con los dilemas de status. En el diario Página/12 el antropólogo Pablo Bonaparte publicó un texto sobre la película Avatar, y entre otras cosas escribe sobre el imaginario de los estudiantes universitarios. Dice: “El cine alimenta que los invasores pierden y los pobres ganan mágicamente (…) En una investigación que realizamos junto a Mariano Garreta, para el Conicet, obtuvimos en tres encuestas que los estudiantes universitarios representan a las clases altas como inteligentes pero poco afectivas, y a las clases bajas como afectivas pero poco inteligentes, sin variación. La opción de estos chicos para el futuro está representada por esa representación social: ‘¿Voy a ser una persona rica pero fría, o un tipo bueno pero pobre?’”.

Hasta aquí el análisis. ¿Pero y si los estudiantes en el futuro quieren ser como Mauricio Macri que es rico e inteligente, pero sensible? Si él mismo dijo que donaba su sueldo al comedor de Margarita Barrientos. Calcúlese qué proporción de gnomo significa su salario de intendente respecto de su cuenta bancaria.

Eduardo Galeano rescata un axioma popular africano que dice: “La mano de la caridad siempre está arriba y la mano del que la recibe siempre está abajo”. Es que estamos entrenados para saber que hay dos mundos paralelos: el de arriba y el de abajo. Los que presuntamente andamos por la ancha frontera que divide a los dos, tenemos el eterno dilema de si sufrir toda la vida en puntas de pie para atisbar sin pertenecer el mundo de arriba, o si relajarnos cómodamente y con las plantas de los pies en el suelo, compartir el ADN con los del mundo de abajo.

Aquí les planteo otro dilema: si el mejor periodista del año, Morales Solá, en su nota de tapa de La Nación del día martes pone como título, “Lo peor está por venir” y el peor periodista del año, el que esto escribe, titula su crónica “Lo mejor está por venir”, ¿a cuál de los dos cree menos idiota? Nótese que digo a cuál cree menos, dando por sentado que ambos compiten en igualdad de condiciones de idiotez. Pero si fuera por mí le daría la chance al que menos mala onda emana. Ahora, no se pregunte bajo qué análisis el mejor y el peor periodista llegan a esas dos profecías opuestas. Ambas son igualmente infundadas e imaginarias. Pero si empatan en idiotez, luce menos idiota la que predice que lo mejor está por venir.